Estadísticamente, la mayoría de las personas (estimadas en alrededor del 90%) buscarán atención para el dolor lumbar en algún momento de su vida. El mes pasado, discutimos el papel que juegan las órtesis de pie en el manejo del dolor lumbar al mejorar el equilibrio, y parece apropiado discutir otras formas en que podemos mejorar nuestro equilibrio, ¡De ahí el tema de este mes!
El equilibrio es una habilidad que se aprende a medida que nos desarrollamos. Inicialmente, como bebés, no hemos desarrollado las "vías neuromotoras" o la secuencia de señales entre el cerebro y los dedos de los pies, pies, tobillos, rodillas, caderas, entre otros, que nos permiten movernos de una manera progresivamente más coordinada. Esta progresión natural del desarrollo del control motor comienza con un movimiento tosco y bastante descontrolado de los dedos, manos, brazos, piernas y pies, y pronto, aprendemos a levantar la cabeza, deslizarnos, rodar, gatear, pararnos y finalmente caminar (generalmente durante los primeros 12 meses de vida). Este bombardeo de información sensorial al cerebro conduce a la capacidad de realizar gradualmente funciones altamente integradas, como caminar, correr, saltar y bailar. Como parte de ese proceso de aprendizaje, las caídas ocurren con frecuencia. Todos recordamos los desafíos de aprender a andar en bicicleta, nadar, hacer un salto mortal, trepar a un árbol, columpiarse, bailar, hacer gimnasia, esquiar, entre otros. A medida que pasa el tiempo y entramos en la mediana edad, nos volvemos más sedentarios. Como resultado, comenzamos a perder nuestra "ventaja propioceptiva" y nos volvemos menos estables, lo que lleva a una pérdida de equilibrio y caídas más frecuentes. Eventualmente, tendemos a agarrarnos de las barandillas o de la pared para mantener el equilibrio y las caídas ocurren con mayor frecuencia. Si combinas esta pérdida gradual del equilibrio con la desmineralización ósea (osteoporosis), el riesgo de una fractura, por ejemplo, de cadera o una vértebra, también aumenta.
Entonces surge la pregunta, ¿Qué podemos hacer para ralentizar este proceso y, tal vez, incluso revertirlo? La respuesta es, ¡¡¡Mucho!!! Al igual que los músculos se encogen y atrofian si no se usan, también lo hace nuestra capacidad para mantener el equilibrio. Tenemos que seguir desafiando nuestro equilibrio para mantener abiertas esas vías neuromotoras. Esa necesidad no se detiene después de la infancia y, de hecho, se vuelve más importante a medida que envejecemos. El mes pasado, hablamos sobre la cantidad "normal" de tiempo que las personas pueden pararse sobre un pie con los ojos abiertos a comparación con los cerrados. Si realizó la prueba, ¿Recuerda la diferencia de estabilidad? Esta "prueba" se puede utilizar en varios intervalos de tiempo, como una vez al mes, a medida que agrega ejercicios exigentes de equilibrio a su rutina diaria. Con frecuencia, las personas descubrirán que dentro de las primeras 2 a 4 semanas, se sentirán más "seguras" o estables sobre sus pies, e incluso es posible que no sientan la necesidad de un bastón, o que se acerquen con menos frecuencia a un pasamanos. Comience con ejercicios simples como pararse con los pies juntos y mantenga esa posición durante tiempos progresivamente más largos (con los ojos abiertos y cerrados). Continuaremos esta discusión el próximo mes con más ejercicios estimulantes del equilibrio...